La importancia de llamarse Madero

No importa el parentesco o el parecido físico: esto no es Parodiando. Nadie se confundirá entre Francisco I., Gustavo A. y Gustavo Madero. Mientras los mártires de la democracia (los hermanos asesinados en la Decena Trágica lo son, por igual) lucharon y murieron por este ideal, el presidente del PAN ni quiere ni le interesa dejar una sombra de duda sobre la posible existencia de un rescoldo de democracia en el partido que fundara Gómez Morín: él quitó a Ernesto Cordero de la coordinación de la bancada blanquiazul en el senado, él designó a su sucesor y la opinión de los legisladores panistas puede descansar en la Rotonda de los Hombres Ilustres.


¿Y los legisladores del partido más antiguo de México? ¿Y el delfín del calderonismo, hoy relegado al papel de corderito? Pues aparte de jaloneos internos, no mucho se ha sabido de los llamados “representantes populares”. Lo bueno de estas exhibiciones de verticalismo es que representan un sano “fuera máscaras” que pone las cosas en su lugar: los senadores del PAN representan los intereses y la línea partidaria, nunca la voz de quienes votaron por aquéllos. “Así lo dice el librito” señaló un representante blanquiazul en la cámara alta. Lástima que ese librito no es la Constitución Política de nuestro país.

Cordero con piel de borrego
Pero yendo al fondo del asunto y pese a lo grotesco de las formas: ¿debió disciplinarse de esta manera escandalosa a la oveja negra que se atrevió a poner en problemas al incipiente Pacto por México? Este pretendido acuerdo es una de las pocas muestras de algo quizá más importante que la misma democracia: la civilidad que debe prevalecer en estos momentos. Y las objeciones de Cordero parecen mucho más un auténtico borregazo que pretendió medir el clima interno del PAN y poner en duda un liderazgo de por sí débil.
¿Qué ganó Cordero? ¿Descubrir que el PAN es tan antidemocrático como cualquier partido de este país, de este planeta y de todos los tiempos? Eso ya lo sabíamos. Un sainete tan patético era una herida innecesaria en el costado de la credibilidad de un instituto vapuleado por una docena de años de pifias presidenciales.
Madero hizo lo que debía y por tanto es inocente. Cordero hizo lo único que sabe y por ello también es inocente. Y más inocentes quienes creyeron en una incipiente democracia interna que en estos momentos (y en casi todos) es un lujo que un partido moderno no se puede dar.

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