Manual para pedir perdón

En los tiempos que corren es una práctica inevitable y más vale saber cómo hacerlo. Hoy, con cámaras de vigilancia por doquier, medios de comunicación que reportan cada segundo de su actuar, celulares que transmiten en vivo los peores momentos de cada político y redes sociales que se complacen en difundirlo allende las fronteras, hay que estar atento para pedir perdón. Aún cuando a veces éste llegue con varios meses de retraso y sólo después de haber perdido estrepitosamente las elecciones.

1. No pida perdón a alguien en específico. Dará a entender que en efecto usted se equivocó. Diga vaguedades como que lamenta haberle faltado “a su investidura”, “a la ética”, “a quienes confiaron en mí”. Tampoco aclare qué carambas significa eso.
2. Nunca señale cuál es la conducta específica que debe ser perdonada: mentir, engañar, actuar negligentemente, estafar o robar. Se puede ser emotivo y sincero sin ser ingenuo o francamente estúpido. Dé por hecho que la gente lo sabe. Con suerte ni lo saben y usted nada más se anda exhibiendo.   
3. Aclare que no cometió ningún delito ni ninguna falta grave, aunque ya ve cómo es la gente que todo lo toma a la tremenda. En este punto tiene que ser tan convincente que la gente se pregunte “pues entonces ¿de qué tenemos que perdonarlo?”.
4. Al momento de pedir perdón, el uso de los adjetivos es fundamental. “Pido una disculpa sincera y sentida”, “les ofrezco mi más profundo arrepentimiento”,  
“me duele profundamente el dolor que, sin querer, he causado”. Igual, sin destinatario, proferido a la vida, al universo. No exagere ni se ponga a llorar, que eso nadie se lo cree. Tampoco use frases autodenigrantes, recuerde que el asunto no fue para tanto.
5. Actúe invariablemente como si supiera de antemano que lo tienen que perdonar. Si puede, échele la culpa de los ataques a enemigos gratuitos e infundados que siempre surgen en cargos tan delicados e importantes como el que usted detenta.
6. Finalmente, asegure más allá de cualquier duda que esto no va a volver a ocurrir. Que tengan la más absoluta confianza de que así va a ser. Aunque llegados a este punto, ¿qué es lo que no va a ocurrir, si nunca lo dijo? ¿A quién se lo está prometiendo, si nunca se dirigió a nadie?
Los puntos anteriores son estrictamente necesarios. Son la médula del discurso, el texto. Pero igualmente importante es el contexto y el lenguaje corporal: por favor, que en ningún momento le gane la risa.

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