PRI: operación "Mea culpa"

La ecuación priista del fracaso electoral es clara: inseguridad pública menos Ley 3 de 3 más gobernadores blindados igual a debacle. La salida de Manlio Fabio Beltrones, como él lo hizo notar, se debe a este resultado catastrófico, pero es imposible que las acciones presidenciales no le pasen factura a su partido. Y como ocurre en un régimen fatalmente presidencialista, donde el partido en el poder no tiene vida propia sino que sirve apenas de avatar del Jefe Supremo, la solución no surgió del partido sido del único que puede generar las ideas salvadoras, del que da y quita. Así pues, Enrique Peña Nieto designó a Enrique Ochoa Reza y las bases reconocieron que ésta era la mejor opción.

De esta forma, el partido vuelve a ser la sombra que disciplinariamente le corresponde ser y se dirige nuevamente por palos de ciego. Ahora la apuesta es que un tono “autocrítico” y el reconocimiento de los errores que ya han recibido bastante reconocimiento en redes sociales, demuestre que el PRI va a enmendar el camino y volverá a recibir carretadas de votos para ser aquella aplanadora que añoran los viejos priistas. Pero la sombra de una segunda derrota, ahora en 2018, ha encendido las alarmas y se impone la operación Mea culpa.
Pero este tono lacrimógeno será ineficaz si no hay verdaderos cambios de forma y fondo en temas que preocupan a la sociedad. El de la Ley 3 de 3, por ejemplo, que se volvió motivo de molestia generalizada; el de los gobernadores “blindados” (los dos Duartes y Borge) que modificaron la ley para salir impunes de sus malos manejos con el erario; el castigo contra elementos policiacos por los actos represivos contra los profesores de la CNTE (homicidios incluidos) y la falta de castigo contra los disidentes magisteriales cuando cometen delitos del fuero común (como ya lo han hecho) amparados en motivaciones políticas (uno de los casos más complejos, sin duda); y en general, el manejo desastroso de casi todas las crisis del gobierno. Lo más importante: una disminución radical en la inseguridad y un combate efectivo a la delincuencia organizada.

No todo es culpa del PRI, estamos claros. Pero desde las bancadas tricolores en la diputación federal y el senado se han mandado señales en contrario y se ha evidenciado como la fuerza política más interesada en generar espacios grises donde la corrupción pueda subsistir y reproducirse.

Nadie pide que estos problemas, cuya gestación en México ha sido legendaria, sean erradicados en los años que quedan del gobierno de Enrique Peña Nieto. Sólo que el partido en el poder tenga un actuar coherente y si se da golpes de pecho y dice que combatirá la corrupción de los malos funcionarios, actúe contra César Duarte, Javier Duarte de Ochoa, Roberto Borge y Humberto Moreira. Y contra otros malos gobernantes que no están en el PRI, de paso.

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