Fe de ratas
Desde
hace una decena de años (no sé cuántos, con certeza), cuando vivía y trabajaba
en Tlaxcala, empecé a escribir esta columna, pensando en una sola cosa: por qué
creemos cosas que resultan verdaderamente absurdas, como las apariciones de
ovnis de Maussán, los horóscopos y las curaciones milagrosas; y en cambio no
creemos en hechos científicos como la evolución y el calentamiento global.
Los
mecanismos de la credibilidad me resultan asombrosos. Las razones
pseudológicas, las analogías sacadas de la manga y las explicaciones
metafóricas que sustituyen a la demostración científica son formas ingeniosas
con las cuales nos engañamos o exaltamos nuestras ganas de creer. En cambio,
cerramos los ojos a los razonamientos que echan por tierra nuestras creencias
más entrañables. Las historias que se tejen en torno a las apariciones de la
virgen de Guadalupe, la Navidad y la existencia de los Reyes Magos son, por
ejemplificar, respetables, pero absolutamente inexactas.
Por
eso llamó mi atención una captura de pantalla que circula en redes sociales,
donde en la famosa sección de respuestas alguien explica qué es la Fe de ratas:
“Las ratas también tienen su fe y su Dios, al que nunca han visto ni oído, dicen
que es el creador del universo de las ratas y que envió a su hijo en forma de
rata a morir por ellas, yo no sé si esto es cierto, pero millones de ratas lo
creen así. CONEJITA, hace ocho años.”
Este
párrafo, del todo revelador, me causa la misma impresión que una escena de la
película El planeta de los simios (Franklin Schaffner, 1968, sobre el excelente
guion de Rod Serling) cuando el sumo sacerdote orangután explica que Dios hizo
al simio a su imagen y semejanza.
Y
de esto se trata. De cómo La Verdad (en mayúsculas) nos importa un rábano sin
sal, mientras hacemos todo lo posible para crear e imponer nuestra verdad. ¿Existen
verdades absolutas? Nadie al inicio del siglo XXI parece creerlo. Entendemos
que tratar de aprehender un sector de la realidad implica una serie de
presupuestos (incluido qué entendemos por “realidad”), un particular punto de
vista e inclusive, una interpretación. Pero también entendemos que la ciencia
hace un esfuerzo para comprender, explicar y describir la realidad con un
método que nos permita caminar con paso firme entre las tinieblas que rodearon
a la humanidad desde el remoto pasado.
En
cambio, sí existen las mentiras absolutas. Y su impostura es fácilmente
demostrable, porque en forma invariable tienen una intención y un origen. Se
basan en el miedo y la ignorancia y tiene como destinatario los bolsillos de
aquéllos a quienes engañan.
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