Cuando surge la Gran Tragedia a veces se
llegan a olvidar las tragedias cotidianas, menos espectaculares pero tan
dolorosas como la primera. Es el caso del río Coatzacoalcos y toda la zona aledaña.
A despecho de algunas iniciativas oficiales de dar seguimiento a la
contaminación en ese cuerpo de agua y pese a denuncias de lugareños y
ambientalistas, la población, la fauna acuática, la fauna terrestre y la flora
silvestre y de cultivo de la zona sufren el embate de contaminantes de aire,
agua y tierra de forma permanente. La actividad de tres de los más importantes
complejos petroquímicos de Latinoamérica, Cangrejera, Morelos y Pajaritos, ha
cometido en la zona un ecocidio y la convierte en zona de riesgo para sus
habitantes.
En fecha reciente, dos importantes derrames
de hidrocarburos llamaron la atención: el 31 de diciembre de 2011 ocurrió un
incidente que elevó los niveles de contaminación en el río hasta siete veces
por arriba de la norma oficial mexicana, denunció Green Peace. Una fuga en el ducto
Nuevo Teapa-Poza Rica, en la estación de válvulas Polvorín, en
Cosoleacaque, originó un derrame de mil 500 barriles de petróleo sobre el río
Coatzacoalcos. La organización ambientalista exigió sanciones para Pemex y la
reparación del daño ecológico. Las labores de la paraestatal se limitaron a las
medidas de contención de esta emergencia.
El 19 de marzo de 2015 se difundió la noticia
de un nuevo derrame, esta vez a causa de una
fuga en un poliducto de Pemex en el tramo Minatitlán-Salina Cruz. Este derrame afectó
la zona norte del Istmo de Tehuantepec y en inclusive lugares cercanos a
Coatzacoalcos.
Nuevamente las protestas de los lugareños no se hicieron esperar y nuevamente la labor de Pemex consistió únicamente en el retiro del crudo derramado y la implementación de los protocolos de seguridad por parte de Protección Civil de Oaxaca.
Nuevamente las protestas de los lugareños no se hicieron esperar y nuevamente la labor de Pemex consistió únicamente en el retiro del crudo derramado y la implementación de los protocolos de seguridad por parte de Protección Civil de Oaxaca.
Pero no se requieren fugas de hidrocarburo
para dañar el ambiente en la zona. El funcionamiento normal de los complejos
petroquímicos, sumados a las descargas de aguas residuales procedentes de los
centros de población, principalmente de Coatzacoalcos, hacen estragos
permanentes en el ecosistema. Estudios independientes y denuncias de pescadores
refieren los daños a la fauna e indirectamente, al ser humano. Es importante
recalcar el término “independientes”, porque dichos estudiosos denuncian no
sólo el daño ambiental, sino la comercialización de dictámenes que buscan
apresuradamente deslindar a Pemex de todo daño. Esto incluye a instituciones
como la Universidad Veracruzana, consultorías locales y bufetes formados por
funcionarios o exfuncionarios de Pemex.
No se puede soslayar la tragedia vivida en el
complejo Pajaritos el pasado 21 de abril. Cada muerte, en sí misma, es una
tragedia por sí sola. Pero al margen de la investigación de estos hechos, el
daño a la zona debe ser considerado con el mismo rigor y proceder a sancionar y
corregir este ecocidio.
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