Gobernadores blindados

La frase es lapidaria, muy conocida y lamentablemente cierta: en México no es necesario actuar fuera de la ley, porque todo puede hacerse dentro de la ley. O las leyes pueden hacerse lo suficientemente anchas para que todas las acciones sean lícitas. Sea el caso de los gobernadores que se amarraron el dedo antes de que se los corten: Javier Duarte de Ochoa, de Veracruz, y Roberto Borge, de Quintana Roo. Los gobernadores blindados.

Y es que el escenario político que propició los actos que hoy les achacan sus detractores cambió radicalmente: sus sucesores en el trono virreinal de sus estados perdieron lamentablemente y se enfrentan ante la posibilidad real de que tengan que asumir las responsabilidades por sus desinteresadas maniobras financieras a favor de sus gobernados.El esquema es el mismo, lo que quizá hable de que en el futuro los mandatarios salientes patentarán su sistema. Se trata de nombrar a los magistrados de la Suprema Corte de sus Estados, a los fiscales y auditores superiores. Para cargos tan sensibles no puede tratarse de cualquier persona: deben ser amigos probados, que tengan cuentas pendientes y favores qué pagar. Y si podemos modificar la ley, que sea con un buen propósito: que los nuevos amigos-funcionarios duren al menos un sexenio, dos, lo más que se pueda.
Como estas precauciones pueden no ser suficientes, Duarte adelantó los tiempos para que su cuenta pública 2015 sea aprobada por los actuales diputados, sus diputados. Borge, por su parte, modificó la Ley de Seguridad Pública para garantizarse protección oficial a cuenta del erario por los próximos ¡15 años!
Cuando hablamos del marco legal nos lo imaginamos cuadrado, rígido. Pero en México este marco legal puede ser elástico, amigable, capaz de abarcar lo que buenamente requieran los mandatarios en turno. Lo vimos en el caso de la Ley 3 de 3: este marco se hizo tan pequeño que prácticamente ningún político tendrá que pasar por la molestia de presentar sus declaraciones patrimonial, fiscal y de conflicto de intereses. Y ahora vemos cómo, generosamente, el marco legal se amplía para cobijar amorosamente a los casi exmandatarios y dejarlos a salvo de las consecuencias legales de sus manejos discrecionales de los dineros públicos. Tienen razón los corifeos oficiales en su cantaleta de cada vez que ocurre un hecho de violencia: nadie puede estar al margen de la ley, nadie por encima de la ley. Basta con que la noble señora de los ojos vendados se postre a nuestros pies y nos abra generosamente los brazos y demás extremidades.


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