Creer
en coincidencias o hechos fortuitos en la política es ingenuidad o ignorancia
imperdonable. Todo obedece a un plan meticuloso, como si una fuerza superior
moviera hilos a veces bastante visibles para un fin específico. Y si los hechos
se repiten seguramente estamos ante una ley inexorable como la gravedad. Si se
siguen repitiendo podemos hablar de una costumbre o un vicio, nunca de una
casualidad.
Así
es la historia de los exgobernadores priistas de Chihuahua y Veracruz. Lo único
que puede ser fortuito es que se apelliden Duarte. Se trata en el caso de
Javier y César, de historias con asombrosos paralelismos:
1. Ambos
se postulan por el PRI y triunfan en sus respectivos procesos electorales;
2. También
se dedican a aprovechar los recursos de sus entidades en beneficio suyo, de sus
familias y de un selecto grupo de cómplices.
3. Los
dos son acusados de peculado y de un largo etcétera de delitos donde el uso del
dinero público es la constante.
4. Las
hábiles maniobras de ambos gobernantes les permiten amasar una significativa
fortuna, incluidos bienes raíces y en numerario.
5. La
oposición hace calumniosas acusaciones sobre sus latrocinios, pero reciben el
respaldo del Revolucionario Institucional.
6. Ya
cerca del final de su mandato, el desfalco de que han hecho víctima a sus
entidades es inocultable y el partido, que los respaldó a viento y marea, los
repudia, los amenaza con la expulsión y con retirarles el saludo.
7. Ellos
acuden a los medios nacionales para avisar que enfrentarán las maliciosas denuncias
y así lavar su buen nombre; en el cual, por cierto, sólo ellos creen.
8. Después
de esta valiente declaración, se hacen ojo de hormiga y pasan a la categoría de
prófugos buscados por la interpol.
¿De
veras? ¿Tras toda clase de denuncias y a punto de quedarse sin fuero, nadie
pudo prever que se iban a pelar? ¿Y ahora que se acercan las elecciones a
gobernador en el Estado de México quienes pudieron evitar sus saqueos o por lo
menos ponerlos en cárcel, lamentan sus deshonestas acciones y los repudian?
El
dicho afirma que una vez es gracia, pero la segunda es desgracia. La primera ocasión
podría tratarse de una serie de circunstancias lamentables e infortunadas. La
segunda es la muestra de que no se trata de un accidente sino de un método o,
hablando en la jerga policiaca, del modus operandi de estos delincuentes de
cuello blanco y voluminoso.
Esperemos
que el final de ambas historias concluya con la detención de los Duartes, la
restitución de lo robado y una sentencia acorde a sus delitos y no sólo con la
aprehensión de colaboradores que parecen autores materiales y simples cómplices
de los autores intelectuales, hoy evadidos de la justica.
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