El cártel de San Cristóbal


Dice el dicho que los niños, los borrachos, los locos y los expresidentes dicen la verdad. Lo malo  es que ni a unos ni a otros se les toma muy en serio. Sea el caso de Vicente Fox. Acostumbrados a sus desafortunadas declaraciones, que alternaba con auténticos dislates, hoy que secunda una propuesta razonable (la legalización de ciertas formas de producción y consumo de marihuana) no sabemos si es una broma o una forma de acaparar reflectores.
 
Como dijo un prócer del humorismo mexicano, en la comedia la forma es fondo. Y la aclaración del guanajuatense de que él se podría dedicar a la siembra de cannabis sonaba a choro. ¿No entendió la estrategia? La idea de despenalizar la siembra del enervante implica, ante todo, abatir el precio de la hierba. Como se ha dicho, sería como el combate a las mafias italoamericanas de la época de la prohibición del alcohol: la manera más eficiente de eliminar el tráfico de la sustancia prohibida es que ya no esté prohibida.

Otra consecuencia importante de volver lícito lo ilícito es controlar su calidad. No es lo mismo consumir los bebistrajos que preparaba Al Capone en sus alambiques que adquirir un whiskey o un tequila con un alto grado de destilación y añejamiento, para seguir con el mismo ejemplo. Que la droga sea vigilada por las autoridades disminuirá los riesgos para la salud de los consumidores.

¿Aumentará el número de consumidores si se vuelve legal el consumo de hierba? Probablemente. Pero serán consumidores sociales y no adictos. Tal vez usted que me lee consuma una copa de licor de vez en cuando, lo que no lo hace alcohólico. Esa es la diferencia.

¿Estaremos permitiendo que algo dañino circule legalmente? Sí. Como hoy circulan libremente el alcohol y el tabaco, igualmente perjudiciales para la salud física y mental de sus consumidores. Y hasta existe una cultura del consumo de estas sustancias igualmente adictivas.

Lo que suena raro es la aclaración del expresidente de que la guerra contra el narco fue un fracaso. Hablamos del más grande intento de combatir a la delincuencia organizada. Hablamos de 60 mil mexicanos que, de acuerdo a Fox, murieron para nada.  Podemos conceder que si la intención del combate a los cárteles de la droga era erradicarlos, ni ésta ni ninguna lucha ha triunfado jamás.

Si se mide por el número de capos que ahora se encuentran tras las rejas, el saldo no es del todo malo. La guerra contra el narco resquebrajó estructuras de poder paralelas a las institucionales, desconocidas para el gran público y reveló fortalezas del crimen y debilidades de la ley. Desgraciadamente muchos de los caídos en este combate eran civiles inocentes, daños colaterales propios de cualquier conflagración.

Pero combatir a la delincuencia es obligación de cualquier gobierno. Un ejército que opera al margen de la ley es una amenaza para el estado de derecho. La guerra fue necesaria pero ineficiente. Nunca hubo dudas en el “qué” sino en el “cómo”.

Si Fox se dedica a sembrar marihuana en su rancho guanajuatense de San Cristóbal le auguramos éxito. Siempre fue mucho mejor empresario que político, un verdadero personaje del humorismo mexicano. Y un adicto a los medios, según se ve.

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