Las llaves del cielo


Que Dios nos ampare. Y es que si no es una fuerza sobrenatural, ni el Chapulín Colorado podrá defendernos. Ante la falta de iniciativas sensatas, organizadas y expertas para combatir la delincuencia, es lógico que tengamos que recurrir a la oración. Y en una de esas, Dios (el de la religión católica o algún otro que tenga piedad de nosotros) evitará el crimen. Porque los alcaldes, nomás no.

 
De ahí que no sorprenda la iniciativa de la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes Cervantes, quien entregó las llaves de la ciudad a Jesucristo para que “su reino de paz y bendición sea establecido”. Eso está bien. Pero aún en una propuesta tan desinteresada hay cosas que no se entienden.

Por ejemplo: “Hemos sido en los últimos meses, y lo digo con humildad, testigos de un cambio positivo cada vez más evidente en nuestra ciudad y podemos decir que esto ha sucedido porque le hemos abierto las puertas a Dios”. OMG!: nadie le informó que en Monterrey la delincuencia creció en el primer trimestre de 2013 más del 300 por ciento. Y que, inversamente, en el estado de Nuevo León la feligresía católica ha decaído por debajo de la media nacional. La fe es ciega. Algunos ediles también.

Agregó la alcaldesa. “Abro las puertas de este municipio a Dios como la máxima autoridad”. Ni idea de que en México existe una separación entre la Iglesia y el Estado desde 1857. Tampoco que la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución Mexicana garantizan la libertad profesar cualquier religión (o ninguna) y de cambiar de religión. Cuando tomó el cargo juró cumplir y hacer cumplir a la máxima ley del país.

“Vivimos en una nación que canta día a día que el destino de los mexicanos por el dedo de Dios se escribió, pero al mismo tiempo lo confinamos a actuar en secreto”. Sí, alcaldesa, pero el himno se escribió bajo el mandato del dictador Antonio López de Santa Anna y en esa época México se declaraba nación católica. “Está de más explicar lo que una sociedad sin Dios puede tener: dolor, pobreza y violencia”. Lo mismo se tuvo en las Cruzadas, en la Conquista y en la Santa Inquisición. La historia no es su fuerte, está visto.

Pero tampoco la lógica. ¿No es Dios omnipresente? ¿Necesita invitaciones oficiales? En teoría está en todas partes, aún en Monterrey. Para lo único que requeriría las llaves de la ciudad (si existiera algo tan cursi como esto) sería para impedirle el acceso al 17 por ciento de la población que no es católica o a los 200 mil neoleoneses que se declaran ateos. Dios puede hacerlo porque es omnipotente y sus designios son habitualmente inescrutables. Pero la alcaldesa debería recordar que ella es representante de todos los regiomontanos, aún de los que no profesan su religión.

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