Los comentarios contra la nueva presidenta del Congreso de Veracruz, Ana Guadalupe (Anilú) Ingram Vallines, son pobres resabios machistas. ¿Que su carrera política arrancó en 1999 cuando fue reina del Carnaval de Veracruz? La belleza física nunca ha sido un defecto, hasta donde se sabe, y hasta puede ser de utilidad. Desde su nueva investidura puede hacer válido el deseo de toda reina de belleza de “paz mundial”, lo que tratándose de un estado tan vapuleado por la violencia, no es poca cosa.
Lo
extraño es que ella misma lo omita en la página web que montó para su campaña a
la diputación. Señala que “comenzó a trabajar en los medios de comunicación a
los 18 años”. Si de acuerdo a este mismo sitio nació en el puerto jarocho el 26 de agosto de 1980, esto ocurrió en las
fechas de su coronación.
Tras
dejar la corona en el año 2000, condujo programas de televisión locales, de esos que llenan de satisfacciones, aunque no
impacten a los headhunters. Es innegable que su paso por carros alegóricos y
foros televisivos tuvo su importancia. En campaña tocó la marimba, bailó
cumbias en el mercado y mostró lo que en el argot se conoce como “baños de
pueblo”. Aún son visibles sus videos en internet. La acusaron en campaña de
politizar el carnaval para recordar su reinado.
Su twitter y su facebook revelan que la lección fue
bien aprendida. Mensajes buena onda, efemérides, felicitaciones y buenos
consejos.
Su trayectoria política tampoco apabulla: regidora suplente y suplente diputada federal. Agréguese a esto algún
encargo en la fundación Colosio del municipio y se tendrá como resultado una
carrera bastante discreta. Aclara que fue bloqueada por la alcaldesa Carolina Gudiño, lo que puede explicar una carrera tan exigua.
Su ascenso comienza cuando liga su vida
política a la de los dos más recientes gobernadores del estado, haciendo
campaña para ambos. No obstante, un desacuerdo con el pasado gobernador veracruzano, Fidel Herrera
Beltrán (le negó un puesto a la mamá de Anilú, según comentó en entrevista a un
medio digital) la alejó de ese “pinche viejo cabrón” (sic) y la puso en la
cancha correcta, la del actual gobernador Javier Duarte de Ochoa. Lo demás,
como suele decirse, es historia. Todo ocupa su lugar, todo se explica de
repente. Belleza, talento, esfuerzo personal y tino político. ¿Se puede pedir
más?
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