Visión inequitativa


Un índice del avance de un pueblo es sin duda la equidad de género. Hablamos de algo más que el discurso oficial, el reparto de cargos en una planilla o la creación de una oficina de la mujer. Es una forma de vida de una sociedad que, dicho en una frase, dé las mismas oportunidades a mujeres y hombres.
El acceso igualitario a las fuentes de trabajo es un referente inobjetable, pero otros puntos tal vez no sean tan ampliamente aceptados. Por ejemplo, la despenalización del adulterio, que en México se logró hasta el año 2011. No obstante, se mantiene en comunidades rezagadas la sanción social de señalar y condenar a la mujer adúltera y admirar en público y en privado al hombre infiel.

El más controversial es sin duda la libre maternidad y la despenalización del aborto. La posibilidad de suspender el embarazo en condiciones de seguridad  como una expresión de la libertad que tiene cualquier mujer de decidir sobre su cuerpo es, ya entrado el siglo 21, motivo de polémica. Fuera del D.F., que despenalizó el aborto en 2007, sólo en el estado de Yucatán se permite abortar por causas económicas. La iglesia católica y grupos conservadores insisten en condenar a las mujeres y a las autoridades por ejercer y otorgar este derecho.

Ambas circunstancias confluyen en el caso de la indígena guerrerense Adriana Manzanares Cayetano, quien fue acusada en una asamblea popular de haber dado muerte a su hijo recién nacido. Ella refiere la acusación familiar de haber tenido una relación extramarital, de la cual resultó embarazada; luego, un intento de linchamiento, golpes que derivaron en la interrupción del embarazo y tras estas flagrantes violaciones a sus derechos, una condena de 22 años en prisión, de los cuales purgó seis.

Al margen de los aspectos legales, que la corte ya sancionó, queda el problema de la condena moral, que es una prueba de esta visión inequitativa. ¿Alguien ha sabido de un hombre que recibiera un trato semejante por ser infiel, por haber tenido un hijo fuera de su matrimonio? Amparadas en el fantasma de los “usos y costumbres”, las sociedades machistas revisten de tradición la ausencia de derechos para las mujeres.
No hay necesidad de remontarse a las montañas de Guerrero para ver este trato discriminatorio y este allanamiento de las garantías individuales. Con asombro y pena pudimos ver cómo una revista de chismes televisivos exhibía a una comentarista deportiva por haber tenido, supuestamente, una relación extramarital. Los involucrados salieron al paso de esta publicación canallesca, pero la exhibición pública y el abuso de la libertad de expresión es un delito que en México parece no castigarse.

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