Un ataque de congruencia



Un rasgo caracteriza en esta época posmoderna y poselectoral a la clase política: la congruencia. La era de la hipocresía, la adulación fácil o el improperio han dado paso al “fuera máscaras” y a la exposición consecuente de verdades dolorosas, pero necesarias. Sin ánimo de ser exhaustiva (porque sería inconmensurable) esta es una lista de los más recientes casos de éxito de la congruencia política mexicana.

 1. Los panistas que ya no se reafiliaron al blanquiazul
Que eminentes exmilitantes (incluido un expresidente) excandidatos presidenciales, exgobernadores y exde-todo-un-poco hayan salido del PAN no demuestra más que una verdad meridiana: ni el partido puede aportarles nada ni ellos pueden entregarle más al PAN. Llegaron hace tres décadas como empresarios cansados de las triquiñuelas de la política y se van -con los bolsillos repletos de vivencias- como políticos cansados de las críticas de empresarios y de la ciudadanía en general. Unos sirvieron de patiños en programas de pretendido humor en TV; otros fueron chivos expiatorios de los acuerdos en lo oscurito; otros se sumaron con alegría a los proyectos para hacer que México viviera mejor. Todos obtuvieron un poco de gloria, pero los ciclos se cumplen y hoy tienen que ver a qué partido o agrupación política van a beneficiar con sus bienintencionadas maniobras.
El propio presidente del blanquiazul, Gustavo Madero, fue víctima de este ataque de congruencia que sacudió al país, al negar que hubiera una “desbandada” dentro del otrora partido gobernante, sólo porque perdió al 80 por ciento de sus simpatizantes y militantes. “Eran chambistas”, afirmó. ¿Y desde cuando lo sabían? ¿Cómo dejaron que estos oportunistas empañaran la reputación del partido en el poder? De 354 mil militantes, sólo 205 mil decidieron continuar con el ideario de Gómez Morín. Y de los llamados “adherentes” (una especie de simpatizantes empadronados), de millón y medio quedaron  menos de 400 mil.
Claro que no fue una desbandada: desde hace años ya se sabía que todos ellos eran militantes de nombre. No lo son, nunca lo fueron. No se sumaron a un proyecto, se afiliaron a una nómina. Hoy los vientos soplan en otra dirección. Y dice el dicho, es de congruentes cambiar de opinión.

2. AMLO, que se afilió a su propio movimiento.
Él lo creó. Él es el máximo dirigente. Él será su candidato a la presidencia de la república en 2018, 2024, 2030 y las que vengan. ¿Cómo no se va a afiliar al Movimiento de Regeneración Nacional, amorosa e ingeniosamente llamado Morena?
Que tres militantes mas pejecistas que el propio Peje se le adelantaran, es sólo una anécdota. Él es y será el primer morenista de la historia.
Ideario, declaración de principios, plan de acción y currículum vitae confluyen en una sola persona. Para conocer la ideología de Morena sólo hay que entrevistarlo, para saber lo que piensan los morenistas (los actuales y los potenciales) no tenemos que indagar más que en un solo cerebro. “Absolutismo democrático” sea acaso la frase que lo defina con precisión.
Claro que tanta congruencia implica riesgos. Si insiste en seguir siendo “presidente legítimo” por más sexenios, llegará al punto de que sea considerado un “dictador legítimo”. Nada más incongruente para quien enarbola la democracia como valor supremo.
Y como una obra tan noble como seguir salvando a México no se hace con saliva, uniendo la acción a la palabra inició la campaña de recolección de fondos. La emisión de pejebonos que pueden valer hasta cien mil pesos (una buena propuesta sería que ya de plano emita billetes), el boteo y otras atractivas actividades como el Primer Festival de la Esperanza, el Primer Baile de la Esperanza y el Primer Año de la Esperanza nos hacen creer que en efecto, conseguirá los fondos necesarios para seguir con sus desinteresadas actividades es defensa de todos nosotros.

3. Di Costanzo, que ingresó al nuevo gobierno
Fue parte del “gobierno legítimo” de López Obrador. Defendió como nadie las causas de los-que-menos-tienen en este país, desde las filas del PT. Fustigó vía internet a quienes ahora lo contratan para que defienda a los ahorradores mexicanos desde la Condusef. ¿Por qué se asustan de que haya parado en las filas del nuevo gobierno? ¿Qué más da si se burló de Luis Videgaray y su iPad? ¿Qué, si comparó al candidato priista con Ninel Conde? Como veremos, el de Mario Di Costanzo es otro caso de congruencia extrema.
Cierto que la materia fiscal es lo suyo. Fue “Secretario de Hacienda” durante el primer mandato legítimo del tabasqueño. Pero ya para el nuevo gabinete (que hubiera sido real en caso de ganar López Obrador en su segunda intentona) a Di Costanzo ni lo oyeron ni lo vieron. Simplemente no pensaron que debiera reelegirse como ministro de la Hacienda Pública, así que lo arrojaron a manos de sus detractores. Y fue el mismísimo Videgaray quien lo acogió en su seno. En un cargo mucho menor, es cierto, pero verdadero, no “legítimo”.
La lucha interna de Di Costanzo no fue entre la traición a sus principios o fidelidad a AMLO. Si bien en el cargo de “Secretario de Hacienda” ficticio ganó carretadas de satisfacciones, ahora ganará dinero; poco, pero contante y sonante. La disyuntiva de Di Costanzo fue más simple, más fácil de definir: entre lo real y lo ilusorio.

Quede con los anteriores botones de muestra confirmada la congruencia de los políticos mexicanos. Y congruencia “a la mexicana”: congruente es, así de simple, todo aquello que me beneficie.

 

 

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