Que el viacrucis de Joseph Ratzinger terminara en
carnaval y no en Vienes Santo tiene una interpretación que va más allá de la
liturgia. El trayecto de Benedicto XVI ha sido en efecto, una mascarada en la
que él ha sido más una comparsa que un personaje central.
Esta
comedia de errores inicia desde que, al pronunciarse el habemus papam en 2005,
se supo el germánico nombre del nuevo poseedor de la tiara papal. Su pasado de
filiación nazi (forzada, según su relato), el consecuente desagrado de la
comunidad judía, su tendencia conservadora, sus desafortunadas menciones a los
métodos bélicos de Mahoma, su tristemente célebre Vatileaks, lo han puesto más
de una vez en las primeras plana de los diarios del mundo, y no por razones
religiosas.
Primera caída: “Mein Leben”
Ratzinger confesó su pertenecía a las juventudes
hitlerianas en “Mi vida: Recuerdos
(1927-1977)” publicado en 1997. Pero en
ello no hay pecado. Resultaba hasta lógico que Joseph Aloisius Ratzinger
(Baviera, 1927) hubiera ingresado a este cuerpo especial de la Alemania
nazi (la incorporación era obligatoria
para todos los mayores de 10 años). Lo reiteró en el 2005, luego de su
entronización, en una
entrevista con el periodista alemán Peter
Seewald, señalando que había sido en forma forzada. Los judíos, acreedores históricos del nazismo,
no dejaron pasar la observación y en 2009, ante la visita del papa a Tierra
Santa, sacaron a colación el pasado nazi del pontífice.
Hasta aquí, todo normal, dentro
del manejo que se hace de estos datos en política. Pero en cumplimiento de la
expresión mexicana de “no me defiendas compadre”, el portavoz del
Vaticano, Federico Lombardi, aclaró que el Papa Benedicto XVI "nunca formó
parte de las Juventudes Hitlerianas", con el fin de desmentir
informaciones de prensa publicadas en Israel. Esto molestó aún más y representó
un tropiezo para el (literal) viacrucis del pontífice, por una posición que se
consideró “débil” en la condena al holocausto e inclusive por su posición ante
quienes niegan que en efecto el exterminio judío haya existido.
Segunda caída: Mahoma, el malvado
Y si el
papa apenas pudo sortear el problema con el mundo judío, otro tanto le ocurrió
con el Islam. Durante una conferencia en Baviera (12 de septiembre de 2006) Benedicto
XVI desempolvó una vieja disputa entre el emperador bizantino Manuel II
Paleólogo (1350-1425) y un persa innominado, recogido en la obra publicada en
los años 60 ‘Conversaciones con un musulmán, Séptimo coloquio’, del teólogo
alemán de origen libanés Theodore Khoury. En la conferencia dictada por
Ratzinger lo que se pretende es dar a entender que imponer la fe por medio de
la violencia es “irracional”. Pero descontextualizada, la frase sonó a conato
de bronca en los delicados oídos musulmanes: ‘Muéstrame también aquello que
Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas,
como su directriz de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba’.
El resultado no se hizo esperar: lo mismo en Turquía, Líbano o Egipto,
líderes políticos y religiosos (en algunos de estos países es la misma cosa)
condenaron las palabras del bávaro pontífice y exigieron disculpas. Lo acusaron
de tener una “mente oscura”, de querer regresar a la época de las Cruzadas y lo
compararon, no muy favorablemente, con Hitler y Mussolini.
Tercera caída: condena post
mortem
Y para aterrizar en México, una de esas condenas tardías, que al cabo
resultan en omisión, fue la que abarcó al controvertido líder de los
Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado. Si bien las denuncias contra
el sacerdote pederasta y polígamo obraban en poder del Vaticano desde el
pontificado de Juan Pablo II, tuvieron que pasar muchos años antes de que
hubiera una condena explícita contra el cura michoacano. Y le correspondió al
sufrido papa Benedicto XVI ordenar a Maciel (ya para entonces envuelto en un
escándalo mundial) que abstuviera de ejercer su ministerio públicamente para
llevar “una vida de oración y penitencia”. Evidentemente eso no fue un castigo
ni una condena, por lo menos no en este mundo. Maciel murió el 30 de enero de
2008. Fue hasta el 26 de marzo de 2010 cuando los Legionarios admitieron las
conductas que en vida se achacaron a su fundador. Y fue hasta el 1 de mayo de
2010 que la sede del papado se atrevió a reconocer las acciones (algunas
delictivas) de Maciel Degollado. “Por desgracia –dijo el papa al periodista
Seewald- El Vaticano afrontó el caso con mucha lentitud y retraso”. Pues sí,
pero en este caso, “El Vaticano” era él.
Y sin embargo, estos terribles gafes no son la causa de que Ratzinger se
convierta en el primer papa emérito desde hace medio milenio. La razón está en
una fuga de información del tamaño de un tsunami asiático: el caso Vatileaks.
Esta fue la lanza en el costado del papa más sufrido de los tiempos recientes.
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