Buenos-malos vs. Malos-buenos


La llamada “Guerra de Michoacán” ha agregado zozobra en una zona que nunca ha estado exenta de conflictos. Agreguemos un hecho más, tal vez menor, igualmente lamentable: la pérdida de puntos de referencia para fijar parámetros sobre el bien social, lo legal versus lo legítimo, lo prudente y lo intolerable, lo justificable y lo delictivo.
Oponiéndose al mito de la-eterna-lucha-del-bien-contra-el-mal, hoy aparecen nuevas dicotomías que muestran cuán confuso puede ser el mapa político de la costa del Pacífico:

Malos-buenos vs. Malos-malos: la escisión del cártel de la Familia Michoacana que hizo surgir a los Caballeros Templarios presentó a este grupo como delincuentes bondadosos al estilo Robin Hood o Chucho el Roto, que golpeaban a los malos-malos, particularmente a la Familia. (Esto mismo había ocurrido antes con el enfrentamiento entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y su lucha contra los Zetas en la costa del Golfo.) Su carta de presentación era su sentimiento localista que traducían como una defensa del estado de Michoacán.
Buenos-malos vs. Malos-buenos: el fenómeno social que había iniciado en Guerrero se magnificó en Michoacán, donde se organizó una milicia bajo la figura de los llamados grupos de autodefensa contra los Templarios. Su líder, José Manuel Mireles Valverde, que en efecto ejerce como médico, tiene un pasado interesante: en 1988 fue procesado y en 1991 sentenciado por delitos contra la salud, concretamente posesión y venta de mariguana. En el penal de Morelia peleó por el control del autogobierno junto con otros reclusos. Excarcelado en 1992, se trasladó a los Estados Unidos donde trabajó en la defensa de migrantes. Sus dotes o ansias de liderazgo lo llevaron a militar en tres partidos políticos.

Buenos-buenos vs. Buenos-malos: esta es la parte de la historia que se entiende menos. El trato que recibió el grupo de Mireles y él mismo, en un principio, fue de condescendencia y hasta de aceptación. Tras el accidente de aviación en que resultó herido recibió protección policiaca. No obstante, el lunes 13 de enero de 2014 se hizo efectiva la orden de desarmar a la milicia michoacana. El saldo, ha reconocido el Estado mexicano, es de al menos dos muertos. Versiones periodísticas duplican el número de bajas. 
En este confuso panorama nada es lo que parece. No obstante, las acciones gubernamentales parecen sugerir que la única división posible está entre lo legal y lo ilegal. Y que las buenas intenciones y los pretextos para justificar las acciones ilegales no deben tener cabida.

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