Tornillo con tornillo


Luego de ser cliente frecuente de los memes y los chistes en redes sociales, el presidente Enrique Peña Nieto fue ovacionado (si cabe la expresión) por su propuesta para permitir las bodas y la adopción por parte de parejas homosexuales. Su propuesta es, simplemente, reconocer una igualdad de derechos entre seres humanos. Formalmente, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Tribunal Superior de Justicia y la Organización de las Naciones Unidas saludaron la iniciativa presidencial. Tal vez lo único lamentable fue la tardanza con que se hizo la propuesta, pero nunca es tarde si se trata de enmendar deudas históricas.

Como ocurre en cualquier democracia medio desarrollada, surgieron voces en contra de la propuesta. Algunas maliciosas, que vieron en la iniciativa cierto oportunismo electorero.
Algunas objeciones fuero de matices sutilísimos. La diputada del PAN Cecilia Romero, que representó la posición blanquiazul, dijo no estar de acuerdo con el hecho de denominar “matrimonio” a la unión de personas del mismo sexo. "Respeto absolutamente la igualdad y la no discriminación. Pero yo hago una distinción muy clara sobre que el ejercicio de los derechos no tiene que confundir la esencia de la institución. Hay una institución que se conforma por un hombre y una mujer, cualquier otra unión o convivencia, que es válida y respetable, deberá tener otro nombre".
¿Válida y respetable pero no se debe llamar “matrimonio”? ¿Y qué nombre se propondrá para llamar a los homosexuales, en vez de “seres humanos”? ¿En vez de “ciudadanos”? No hay respeto en decir que la unión entre heterosexuales “merece” el nombre de esa institución, El Matrimonio (en mayúsculas) mientras en el caso de los gays debe llamarse unión o convivencia. En el fondo, se desliza la idea de que los homosexuales son seres humanos de segunda.
Otro tanto afirmó una agrupación de orientación panista que pretende representar a los padres de familia de México, en términos semejantes. Pero digamos que la objeción blanquiazul resulta por lo menos un bonito eufemismo, un acto de discriminación sutil y civilizado. Lo que verdaderamente implica a un regreso a la era de las cavernas es la declaración del cardenal de Morelia, Alberto Suárez Inda, quien sin pelos en la lengua (no es albur) afirma: “la naturaleza dice que hay una complemente… er, complementariedad. Usando una expresión vulgar, si yo tengo un tornillo, lo que necesito es una tuerca”.
La esencia del ser humano: somos tornillos y tuercas. Nacimos para atornillarnos y punto. ¿Y los demás recursos corporales para darnos placer? ¿Qué hay de las manos, la lengua y otras zonas más o menos pudendas? ¿Cómo le hicieron los sacerdotes que han violado a sus monaguillos (y que fueron defendidos por la más alta jerarquía católica) si tornillo con tornillo no se puede?

Pese a lo arriesgado de la propuesta, la oposición a la misma no ha sido multitudinaria ni radical. Salvo dislates como el de Suárez Inda, sus detractores han sido notoriamente moderados. Y pese a ello, hay confianza de que la propuesta pasará y se habrá avanzado un paso más rumbo al presente. Porque es claro: muchos mexicanos no se han enterado de que ya estamos en 2016.

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