¿Es
usted rico o pobre? ¿Alto o chaparro? ¿Gordo o flaco? Estas preocupaciones
cotidianas tienen una solución simple e ingeniosa: el cambio de referencias. Si
usted mide menos de 1.60, podemos acordar que ésta, en México, es una estatura
“normal”. Así que si usted mide, digamos 1.65, usted es alto. Y como en México,
a puro comer tortillas, tortas, memelas y fritangas, andamos más bien pasados
de kilos, lleguemos al acuerdo de que para esa estatura pesar 80 kilos no es la
gran cosa. Así que si usted pesa 75, es bastante flaco. Ojo, la pregunta es
¿comparado con qué?
Este
descubrimiento no podía ser de nadie más que del Instituto Nacional de
Geografía, Estadística e Informática, el inefable INEGI, que advirtió que para
disminuir el número de pobres de México lo único que hacía falta era bajar los
estándares y considerar que si usted gana dos veces el salario mínimo, pero
recibe despensas, tiene tortibonos, una pensión de mil pesos al mes y su
tarjeta del INAPAM, usted es rico. Sobre todo si consideramos las declaraciones
de diversos funcionarios que afirman que se puede vivir con dos salarios
mínimos y pagar la renta, el teléfono y la luz. Suponemos que dichos
funcionarios ganan o alguna vez han ganado la centésima parte de lo que
perciben hoy.
Los
resultados de este método son maravillosos: los ingresos de los hogares más pobres
aumentaron 33.6 por ciento en el último año, sin haber crecido un centavo.
El número de pobres del país bajó en 5 millones en el mismo lapso, sin que se
hayan ido de braceros o hayan muerto. Los sospechosistas de siempre hablaron de
maquillaje de cifras y de un burdo intento de hacer creer que Cruzada contra el
hambre y los recursos de Prospera (y otros muchos) lograr un nuevo “milagro
mexicano”. Los más radicales hablaron de “truco” y hasta “fraude”. Como en el
chiste de Pepito, el INEGI podría responder a sus detractores: ¿qué querían,
rapidez o precisión?
Lo cierto es que este “compló” de cifras no
tiene sentido: ¿alguien puede creerle más al INEGI que a su bolsillo? ¿Puedo
creer que de golpe y plumazo dejé de ser pobre y pasé al primer mundo? ¿Soy
rico aunque no me alcanza ni para el camión? Nuevamente aplica el conocido refrán: todos son honrados, pero mi cobija no
aparece.
De manea que si usted amaneció deprimido porque
se siente feo, pobre, chaparro, gordo y viejo, no se preocupe. Usted es guapo,
rico, alto, esbelto y joven. No tiene que someterse a tratamientos faciales, dietas
o ejercicios. Basta jugar con las cifras, modificar los parámetros y preguntarse: ¿comparado con qué? ¿Comparado
con quién?
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