Los malditos


Creer en maldiciones, jettaturas, tabúes o cualquier otro tipo de hechos mágicos que imposibilitan (u obligan) la ocurrencia de algo, es una diversión que relaciona  dos hechos que nada tienen que ver como causales. Así es la superstición: nos permite obtener conclusiones y certezas sobre el futuro de hechos nimios y a veces incoherentes. De esta forma escuchamos a una gitana o leemos el horóscopo: con la esperanza de que tal vez nuestra suerte vaya a cambiar, pero con la secreta sospecha de que esto es puro cuento.

Sea la “maldición de la cabra”. Que un aficionado al equipo de béisbol Cachorros de Chicago quisiera entrar al Wrigley Field con una cabra (lo que debe ser síntoma de alguna enfermedad mental), que lógicamente se le impidiera el acceso y que él maldijera al equipo con no volver a ganar la llamada Serie Mundial, no tiene relación con el hecho de que, en efecto, los Cubs no volvieran a la serie final sino hasta 2016. No deja de ser curioso, pero sólo la credibilidad folclórica le podría dar a la cabra o a su dueño “poderes” para impedir que los Cachorros volvieran a ser “campeones del mundo”.
Las predicciones sobre el futuro también son una diversión popular. Y al respecto tenemos que señalar el fracaso de la profecía de Volver al futuro II, que predijo que los Cubs regresarían a la serie final en 2015. Esto no ocurrió, pero es igualmente sorprendente que el director Robert Zemeckis haya errado tan sólo con diferencia de un año en esta película de 1985.
El nombre que reciben estos hechos es coincidencia. No hay ninguna razón para que ocurran, pero ocurren. Y sólo el ocio y las ganas de creer las preservan. Otros ejemplos de maldiciones serían:
-La maldición del Peje. Andrés Manuel no será presidente en las próximas tres elecciones presidenciales.
-La maldición del Águila. El América no ganará ningún superclásico en ningún centenario de su historia. Ésta ya mero se cumple.
-La maldición del copete. De aquí a que termine su sexenio, Peña Nieto será víctima de un meme cada hora.­­­ No falla.
-La maldición de los gobernadores. La mitad de éstos, sin importar su extracción política, terminarán como prófugos de la ley, luego de ser entrevistados por Loret.
-La maldición del Zorro. El Atlas de Guadalajara no será campeón hasta que deje el estadio Jalisco o juegue bien, lo que ocurra primero. Ya pasaron 65 años.
 -La maldición del bisoñé. Donald Trump no será presidente de los Estados Unidos hasta que reconozca que usa ilegales en sus compañías y no les paga lo debido.

Ya veremos cuantas de éstas se mantienen en los próximos días. Pero es claro que no obedecen a razones mágicas, sino que son lógica consecuencia de otras acciones. Sea, pues.

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