El arte de lo imposible


A la definición de que la política es el arte de lo posible, Borges objetó diciendo: “la política es el arte de lo imposible”. Este aserto no es elogioso, por supuesto. La política implica la reunión en un mismo discurso de las más flagrantes violaciones a la lógica y al sentido común. Decir, con respecto a un mismo evento, que es cierto, falso, indecidible, absurdo, tautológico, todo a la vez, y que todo esto sea válido, es el lenguaje común de los políticos.
Sea el caso de Donald Trump. Al referirse en campaña a su contrincante demócrata, Hillary Clinton, usó un repertorio de insultos no muy variado ni ingenioso, pero muy efectivo. “Nasty woman” fue lo más amable que le dijo.

Tras el triunfo, Trump cambió radicalmente: "me ha dado la enhorabuena por nuestra victoria y la he felicitado por una gran campaña, en la que ha luchado muy duro (…) el pueblo americano le debe a la senadora Clinton gratitud por su servicio a nuestro país, lo creo sinceramente".
El presidente electo se ha vuelto experto en mandar mensajes confusos. Cuando parece que modera su posición y retoma el camino de lo-políticamente-correcto vuelve a dar un bandazo y arroja un exabrupto. Pero no parece que este cambio de posición sea un accidente: al igual que sus posicionamientos en campaña, obedece a un conocimiento del público meta al que se dirige y a quien le dice lo que quiere oír, según el momento político.
Y por más que se diga que la comparación es superficial, forzada o maliciosa, también es notorio este cambio de discurso en Andrés Manuel López Obrador. Aunque el popular Peje identifica en Donald Trump una posible amenaza para México, sigue muy de cerca las tácticas del exshowman. Ahora su tono es conciliador y políticamente muy correcto. En entrevista con Carlos Loret de Mola, el tabasqueño afirmó que, en caso de una amenaza a los intereses mexicanos y a los derechos de los migrantes, se pondría al lado del más importante objetivo de sus dardos, Enrique Peña Nieto.
Los ciclos de la política son exactos: moderación en tiempos de campaña; radicalización tras la derrota; conciliación y magnanimidad en el triunfo. Y ahí está aplicado el concepto borgeano: enemigos que pueden ser amigos, personas insultadas en campaña que son ensalzadas tras la elección. Antes dije sí, pero ahora es no. Así son las circunstancias y los contextos. El arte de lo imposible.
No obstante, se debe agradecer a estos atinados políticos que saben qué tienen que decir y cuándo lo deben decir. En contraste, el grupo de senadores perredistas que aporrearon una piñata con forma de Trump, le mentaron la madre y le gritaron puto, muestra la cara opuesta: el insulto se prodiga en campaña y se disimula ante el gobernante electo, pero ellos no lo saben. En cambio, exhiben inmadurez, ignorancia e impotencia. La política es visceralidad contenida. Los desahogos y berrinches no son parte de ninguna estrategia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario