La
idea es simple y fatal: en todo aquello que intentamos hay una distancia entre
intenciones y resultados. Las cosas no resultan como las pensamos y esto es lo
que nos hace verdaderamente humanos. Los superhéroes norteamericanos que pueden
enfrentar a un ejército y acabarlo con un alfiler doblado no conocen el placer
inicuo de ser erráticos y por ende, humildes. Lo bueno es que en realidad no
existen. Más odiosos son los amigos y conocidos que afirman con petulancia: “yo
nunca me equivoco”. Como a la plaga, como a una cama enchinchada, hay que
huirles, pues nunca reconocerán sus errores y al ser cuestionados pensarán que
la que está equivocada es la humanidad.
Lo
anterior, en relación al fallo monumental en la entrega del Oscar a la mejor
película. El mejor comentario fueron las burlas en las redes sociales. La
comparación con el mismo dislate, pero ocurrido en el concurso Miss Universe,
no se hizo esperar. Inmediatamente los opinadores de medianoche abordaron el
tren de mame y bombardearon a Warren Beatty (cuya culpa fue no reaccionar a
tiempo) y Faye Dunaway (quien cayó en la trampa que le puso Beatty, sin
querer). Pero a final de cuentas la cosa no fue grave: dos provectas figuras
del espectáculo en entredicho, toda la producción de La La Land en ridículo y
una oscura entrega del premio para Luz de Luna.
Es
por ello que la andanada de memes que suceden a cada error de nuestros
políticos es por lo menos exagerada. Si a cualquier ciudadano más o menos común
nos siguieran cámaras y micrófonos, la lista de nuestros yerros saturaría la
internet. Es evidente que el rencor, muy comprensible en ciertos casos, motiva
la sorna y la exhibición. ¿A caso es necesario hablar inglés para ser
presidente de México? No, y menos aún si se es EPN. Por ello, aquel rollo de
“infraestruchor… infraestrochor…” debe ser visto como un mero resbalón. Una
graciosa salida es interrumpir una entrevista en inglés so pretexto de darle
más claridad a sus ideas y ponerse a tatachar castilla. Pero tratar de hablar
en náhuatl y volverla a calabacear, es lo que preveía Cicerón: errar es humano,
pero reincidir ya es de mensos.
Mancera
diciendo “Iztapalacra”, Elba Esther inventando el virus A HL NL, Vicente Fox
descubriendo la obra de José Luis Borgues, Calderón diciendo que daría “un
mensaje abusivo” en vez de “un mensaje alusivo” y el casi interminable rosario
de fallos del presidente Peña Nieto, no deben ser motivo de burla: de qué
manera nos desahogaríamos, cómo descargar la mala vibra que las desinteresadas
acciones de nuestros benefactores nos generan.
En
vez de eso, homenajeémoslos de la única manera posible: transformando en
trending topic cada disparate, difundiendo urbi et orbi sus nacaradas
tonterías, dándoles los 15 minutos de inmortalidad que asignó Andy Warhol. En
la actualidad, un tuit es mucho honor para ellos.
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