Que
no le digan, que no le cuenten: claro que se puede, si es en el ámbito de la
política. Lo imposible se hace posible, los extremos se tocan; aquí es allá,
arriba es abajo. Izquierda y derecha son meros puntos de referencia cuando está
por encima el interés superior de la patria. Por supuesto que dos plataformas
políticas encontradas como la del PAN y la del PRD se pueden armonizar y pueden
impulsar a un mismo candidato a la presidencia de la república para el 2018.
Pero cuidado, porque si se hace al trancazo, el asunto se puede revertir.
Dicho
en otras palabras, se puede mezclar el agua y el aceite, pero sólo en los
siguientes casos:
1. Cundo nuestro principal
dirigente se lleva toda la militancia. Este caso desgraciadamente ocurre
cuando el partido no es tal sino una bola informe de cacicazgos apelmazados por
intereses demasiado inmediatos. Entonces hay que construir los consensos.
2. Cuando el que era nuestro
principal dirigente amenaza con arrasar en las elecciones. Consecuencia
de lo anterior, aquél por quien estábamos dispuestos a dar la vida o por lo
menos el voto, nos puede ganar el mandado lo que, estatutariamente, no debemos
permitir.
3. Cuando nosotros solos no
ganamos una elección ni por favor. Pese a nuestros esfuerzos
por construir una patria generosa, el electorado rebelde sigue votando por los
de siempre. Hagamos el esfuercito y traguémonos nuestro orgullo, junto con la
declaración de principios.
4. Cuando los del otro bando
tampoco ganan. Eso es bueno, pero debemos aprovechar. Esta es
una ecuación que sólo en la política funciona: nada + nada = algo. Unamos
fuerzas, esperemos que las condiciones políticas se den y pongámonos en la
fila, que algo nos tocará.
5. Cuando ya se vio que los de
siempre no ganan ni el muñequito de la rosca. Y es que los continuos
tropiezos del presidente, los escándalos de corrupción de los gobernadores y
las elecciones cuestionadas no dan lugar para mucho. A la oportunidad la pintan
calva.
6. Cuando 2 + 2 no son 4. Ambos
partidos querrían ser los herederos de la silla presidencial. Pero haciendo
cuentas, es mucho más seguro tener el cien por ciento de probabilidades de
quedarse con el 50 por ciento de la silla que el 50 por ciento de
probabilidades de quedarse con el 100 por ciento. Simple aritmética.
7. Cuando los electores no
votan por el mejor, sino por el menos malo. Y en esta circunstancia
estamos desde hace 20 años, al menos. Y nada en el horizonte político parece
augurar otra cosa. El tiempo de cosechar nuestra voluntad política de hacer
alianzas puede haber llegado.
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