En una caída largamente anunciada, ahora fue
Emilio Lozoya el señalado por funcionarios corruptores de la empresa brasileña
Odebrecht, detenidos en los Estados Unidos, de haber indicado el camino que
debían tomar los recursos que le servirían a aquella compañía para adjudicarse
el jugoso contrato de acondicionamiento del
sitio para un proyecto en la refinería de Tula, Hidalgo, que inició en febrero
de 2014 y concluyó en agosto de 2015, mismo que tuvo un costo de mil 500
millones de pesos. De acuerdo con la “división sobornos” de la empresa, fue
el entonces integrante del equipo de campaña de Enrique Peña Nieto quien les
indicó cómo y dónde hacer los depósitos, concretamente en una cuenta de un banco suizo. Dichos depósitos concluyeron ya
siendo Lozoya titular de Pemex y sumaron un total de 10 millones de dólares.
No fue ésta la única obra
adjudicada a Odebrecht, aunque sí la más significativa. Sobre todo, porque
arroja una sombra de duda (otra) sobre la claridad en la obtención de recursos
para la campaña del hoy presidente de la república. Este vínculo no ha sido
probado, pero sin duda será parte del manejo informativo de esta nota.
La defensa de Lozoya,
encabezada por el inolvidable Javier Coello Trejo, “fiscal de hierro” en la
época de Carlos Salinas de Gortari y cuya actuación no estuvo exenta de
acusaciones de abusos, aplica una lógica difícil de entender. Afirma Coello que
“mientras no exista una prueba fehaciente de que haya
ingresado a las cuentas del licenciado Emilio Lozoya, no hay nada”. Pero los
imputados de los actos de corrupción no afirman haberle entregado el dinero
directamente a Lozoya. Nadie lo acusó de ser imbécil. Lo que sí dijeron es
que Lozoya, tras varias reuniones, les indicó ciertas cuentas bancarias en el
extranjero que específicamente no estaban a su nombre. También aseguran que
hubo confirmación de dichos depósitos.
Podría funcionar el
argumente de que algún funcionario corrupto de Pemex sí recibió ese soborno, lo
que de hecho también se investiga. Pero ¿podría haber ocurrido esto sin
conocimiento del director de la paraestatal? Y si hubo depósitos de Odebrecht,
¿para qué fueron si no para sobornar funcionarios?
Otra de las
afirmaciones incomprensibles de Coello Trejo es la que se refiere al valor
mínimo que tiene el testimonio de un testigo protegido. Según el defensor de
Lozoya, así funcionan los testigos protegidos: “si yo digo lo que tú quieres
que yo diga, ¿me reduces la pena? Pues sí. Pues te lo digo”.
Lo que no sabe es
que los beneficios de las delaciones de los testigos protegidos sólo son
efectivas si un juez comprueba la veracidad de sus dichos. De manera que no se
trata decir lo que los acusadores quieran. Tal vez la confunde al Departamento de Justicia de
Estados Unidos con la PGR cuando él era
subprocurador. Y tal vez confunde a la justicia norteamericana con la mexicana.
Y ese puede ser un gravísimo error.
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