Todas somos Frida Sofía


Qué lástima que no existiera Frida Sofía. Era una buena historia y nada deseábamos más que, regresando de comerciales, ver salir a la pequeña entre los vítores de la multitud. Claro que historias verdaderas de heroísmo y rescates estaban ocurriendo no sólo en la Ciudad de México, sino en varios de los puntos del país donde la ciudadanía tuvo que solidarizarse consigo misma.

Pero pocas tenían esos elementos folletinescos: la pequeña que había dicho su nombre en voz baja, a quien le habían dado agua, aquella cuyos tíos no habían querido revelar su apellido por respeto. Todo era como de telenovela: estamos cada vez más cerca, a un metro de la pequeña, a escasos centímetros, ya estamos a punto de rescatarla. Y como en una telenovela, el final se alargaba y los productores nos escamoteaban el emocionante desenlace.
Pero en la mañana del 21 de septiembre la historia se desmoronaba: el secretario de Educación anunciaba que ningún padre de familia se encontraba en la escuela Enrique Rébsamen buscando a ninguna niña y la propia escuela daba a conocer que no existía nadie en las listas escolares con ese nombre. Danielle Dithurbide, desencajada, empezaba a desvelar los entretelones de este sainete. Acusaciones de mentir, de lucrar con la tragedia y de montar un circo mediático para ganar rating no se dejaron esperar.
Cuando el subsecretario de Marina, Ángel Enrique Sarmiento, hizo público que la niña atrapada en los escombros simplemente nunca existió, la sorpresa y el desconcierto de Noticieros Televisa se transformó en ira: Carlos Loret de Mola y Denise Maerker, masacrados junto con Dithurbide a base de memes, expresaron su molestia porque, según ellos, toda su información procedía de la propia secretaría de Marina. ¿Y no se les ocurrió checarlo en la escuela? ¿Guardar, aunque fuera para ellos, la identidad de los familiares de la pequeña? Parecía lo más sensato, pero ¿para qué checar la veracidad de sus datos, a riesgo de arruinar lo que estaba siendo el reallity más visto del 2017?
La indignación de los locutores era real. De héroes a villanos, de estrellas televisivas al hazmerreir de las redes sociales. Pero no era un montaje, porque si así fuera, bien podían haber introducido a una niña para poder rescatarla. Con suerte y hasta se llamaba Frida Sofía.

Las disculpas de la Marina llegaron tarde. Quien no se disculpó fue Televisa. Tal vez creyeron que no era su culpa. Pero claro que lo era. No por dar datos erróneos, que en circunstancias como éstas es algo que puede pasar. Sí, por olvidarse del drama de un país y transformarlo en otro de los bodrios televisivos con que adormecen a su audiencia.

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