Además
de los huracanes Harvey y Nidia, muchas tormentas se ciernen sobre México. Y
aunque el primero ha centrado sus efectos devastadores en Texas, el segundo se
enfila hacia Baja California Sur donde ya ha causado daños cuantiosos y
pérdidas humanas.
Y
es que son otras las tormentas que aparecen en el panorama económico del país y
que nada tienen que ver con las atmosféricas. Los reiterados amagos de Trump
respecto a cancelar el tratado tienen visos de tragedia. Y es que tras ser
vapuleado en lo interno por sus continuos gafes, exhibido por su proclividad
hacia grupos que creíamos extintos, como el Ku Klux Klan y los supremacistas
blancos, el presidente está urgido de victorias.
Y cancelar el TLC sería una
victoria fácil y barata. Cierto que las consecuencias serían nefastas no sólo
para México y Canadá sino también para los Estados Unidos. Pero las
consecuencias no serían (tal vez) notorias al corto plazo y el maltrecho
mandatario tendría algo qué presumir de aquí a que arrancara el próximo proceso
electoral.
Otro
problema lo representa la amenaza de Trump de acabar con el DACA (programa de
acción diferida para la protección a jóvenes indocumentados) otra de esas
herencias incómodas de la administración Obama. Los así llamados “dreamers”
podrían ser expulsados de suelo norteamericano y, de pasar hacia este lado de
la frontera, dejarían de lado su romántico sobrenombre. Se trata de casi 800
mil jóvenes que podrían transformarse en otros tantos problemas para nuestro
país. Y de la misma manera, sería otra victoria barata para Trump.
La
alerta de no viajar a México, habida cuenta de la inseguridad de los destinos
turísticos no es, desgraciadamente, una amenaza carente de sentido. Lo único
que se puede decir es que la causa de la misma es, en parte, el nulo combate al
consumo de drogas que se hace en EU, pero los factores internos pesan
demasiado. Esa sí es culpa nuestra, podríamos decir.
Curiosamente,
lo más difícil para Trump será edificar el tan llevado y traído muro. La razón
no es, obviamente, el cúmulo de opiniones en contra de esta obra inútil y
meramente efectista, sino su elevado costo. Y como siempre, la negociación
agresiva de Trump no ha dado fruto: su amenaza de paralizar al gobierno
norteamericano de no recibir los mil 600 millones de dólares de presupuesto
para su construcción no tuvo el menor efecto y finalmente tuvo que retractarse.
Y hasta su guerra de tuits en contra de México obtuvo una respuesta fría y
diplomática en el sentido de que no será nuestro país quien pague la
desmesurada obra.
Pese
a su cada vez mayor descrédito y su paso más bien tambaleante, el presidente
norteamericano mantiene la vista fija en México, al que considera como un
enemigo natural y un socio abusivo al que debe combatir. Y a no dudar, pese a
lo esmirriado de su actual condición, sigue siendo un enemigo temible para una
economía tan dependiente de la norteamericana como la nuestra.
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