El arte del eufemismo posmoderno



Si muchos programas televisivos pretendidamente cómicos han dejado de existir es porque difícilmente pueden superar el desatino jocoso de nuestros políticos. Durante la última fase del sexenio foxista, era imposible saber si el programa La Parodia se burlaba de sus personajes o era la vida política nacional la que se nutría de los shows humorísticos. En un momento de peligrosa psicosis, parecía que las frases que urdían los escritores de chistes eran copiadas por los actores de la vida pública.
Esta era dorada del humorismo involuntario no podía ser perenne. Poco a poco las declaraciones risibles y los gestos graciosos dieron paso a la interpelación soez, a la procacidad, cuando no al insulto ramplón. Los rebuscados floreos del albur mexicano, a la Chava Flores, dejaron su lugar a los meros exabruptos y las mentadas de madre. Frases que no se escuchaban ni en las cantinas de Alvarado, Veracruz, se proyectaban coast to coast en horarios prime time.
Empero, ya entrados en el siglo XXI, esto no puede continuar. Debemos proponer la vuelta hacia el bien decir, la frase culta, refinada, la alusión ingeniosa, elegante. La idea premoderna del político mexicano pendenciero, borracho y desmadroso como Juan Charrasqueado, debe dar paso al cortesano maquiavélico, al chevalier du savoir vivre de modales exquisitos.
¿Tendremos esa dicha? ¿Veremos convertirse a nuestros políticos en hombres refinados que se hieran con sutiles ironías, en vez de liarse a catorrazos? Creemos firmemente que quien sabe. Para que no se diga que no pusimos nuestro grano de silicio, apuntamos los siguientes eufemismos, listos para cualquier ocasión.

Premoderno: No me salgan con mamadas.
Posmoderno: No me digan algo inesperado o intempestivo equivalente a la acción de succionar el pecho materno o cualquier otro sustituto.

Premoderno: No hay pedo.
Posmoderno: No existe flatulencia.

Premoderno: A chingar a su madre.
Posmoderno: A importunar, molestar o practicar el coito con su progenitora.

Premoderno: Comes y te vas.
Posmoderno: En mi sexenio, la diplomacia y la doctrina Estrada se fueron a importunar, molestar o practicar el coito con su progenitora.

Premoderno: Puedo decir cualquier tontería, ya no importa; total, ya me voy.
Posmoderno: Continuaré firmemente en lo que ha sido mi norma de conducta durante los últimos cincuenta años.

Premoderno: No se equivoquen, el bueno es ése, el chaparrito peloncito de lentes.
Posmoderno: El candidato panista a la presidencia de la República es el de arrolladora personalidad, pese a su esmirriada estatura, calvicie y cortedad de vista.

Premoderno: Cállate, chachalaca.
Posmoderno: Guarda silencio, ave galliforme de plumaje café verdoso y vientre blanco, voladora y vocinglera.

Premoderno: Y entonces me lijo: copelas o cuellos.
Posmoderno: Y entonces me dio una cátedra relámpago de la forma expedita en que opera la justicia mexicana.

Premoderno: ¿Por qué no te callas?
Posmoderno: Las relaciones entre la corona española y las naciones hispanoamericanas han avanzado mucho desde la época de la colonia.

Premoderno: Acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona.
Posmoderno: Le expliqué a la señora periodista cuáles son nuestros puntos de discrepancia.

Premoderno: Ya nos cargó la chingada.
Posmoderno: Ya nos condujo o nos embarcó en un vehículo o en una bestia de carga, la figura mitológica mexicana que representa a la madre violada o prostituida.

Premoderno: Soy diputada, hijos de la chingada.
Posmoderno: Soy su representante en el Congreso, queridos conciudadanos.

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