Hipótesis del Chapo (3)


Lo más sorprendente de la repentina detención de Joaquín Guzmán Loera no es lo rápida que fue su recaptura en este caso, sino lo aún más apresurada que fue la elaboración de multitud de teorías de complot sobre su aparición.
No deja de ser contradictorio que en el momento de menor credibilidad del gobierno federal surja este sorpresivo y triunfalista anuncio del presidente Peña Nieto. Como si fuera lo único importante o por lo menos lo prioritario en la compleja geografía político-social-delincuencial del país, el mandatario calificó de “misión cumplida” la detención del Chapo. Sonó a Operación Gerónimo, a la captura de Bin Laden o la caída del Estado Islámico. Era un reclamo popular, sí, pero nunca el primero en la lista de prioridades. Con el peso mexicano y el petróleo en plena debacle, la recaptura del capo sinaloense es una noticia bastante mediana.
Nadie creyó la anterior recaptura de Chapo, nadie creyó que siquiera fuera él, nadie creyó en su fuga. ¿Por qué no dejar volar la imaginación y arriesgar las hipótesis de lo que pudo haber sido? Como siempre, las propuestas son más interesantes, que la “verdad histórica”.
1. El Chapo es un androide a las órdenes del gobierno, que lo captura y lo hace fugarse a voluntad para crear “cortinas de humo” de acuerdo a las crisis del país. Su próxima fuga ya está planificada y será aún más espectacular que la anterior.
2. No uno, sino varios Chapos actúan estos papeles cíclicos de captura y evasión, creando una mayor aunque innecesaria confusión. Es un caso de clonación como el de los Aburtos del homicidio de Colosio o los Lee Harvey Oswald que se multiplicaron en las diferentes versiones sobre la muerte de Kennedy.
3. Todos los Chapos que se han presentado son falsos y el verdadero nunca ha sido detenido. Vive en una isla desierta con un perro, un perico y una corte de mujeres exuberantes.
4. El Chapo no existe, no ha existido, no existirá. Es un ser mitológico como los centauros o los policías honestos. Es producto de la imaginación popular, un enano del tlapanco, un mago de Oz. El gobierno ha aprovechado esta invención como la del Chupacabras o los extraterrestres de Maussán.
La verdad, por lo menos en México, es conjetural. No es única, evade los cartabones oficialistas, adquiere la forma del recipiente que lo imagina. No se trata de que nunca conoceremos la verdad: se trata de que aunque la veamos, no creeremos en ésta.

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