El arte de arrojar lodo


Las campañas producen mucho de todo: frases rotundas y desafortunadas, toneladas de volantes, pasacalles, pintas abigarradas, espectaculares que poco tienen de espectacular. Y lodo, mucho lodo. Y los estrategas de campaña, que lo mismo inventan un llamativo slogan que diseñan las estrategias infalibles para ganar adeptos o planean la logística de la movilización para el día de los comicios y escriben los discursos para conmover a la audiencia, también fabrican la campaña negra que mermará la (poca) credibilidad que le queda a los enemigos.

El catálogo, lamentablemente, no es muy extenso. Lo fundamental: fortunas inexplicables y propiedades ocultas. Más variantes: cuentas numeradas en Suiza (muy pasado de moda), creación de empresas offshore en paraísos fiscales (lo actual es Panamá).
Para beneplácito de los creadores de chismes y ataques anónimos, en este terreno no hay límites: la vida privada no lo es y se puede hablar por igual de preferencias sexuales (en la actualidad ya no es tan efectivo acusar a alguien de homosexual, pero se sigue haciendo) vicios privados (obvio, el alcoholismo y la drogadicción por delante). Lo importante es ligar el nombre de la persona atacada con corrupción, escándalos y cualquier actitud que pueda enardecer a la clientela electoral.
Ojo: no puede ser un puro embuste, Debe aparecer respaldado por algo/alguien que le dé un mínimo de credibilidad: una investigación periodística que cite “fuentes cercanas” al objeto de los ataques, “documentos que obran en poder de este medio”. De preferencia, una verdad anodina contada desde una perspectiva interesante, que la llene de ese aire de maldad y podredumbre que tienen las buenas historias. Una verdad a medias, un hecho trivial presentado como si fuera la más grande revelación. Nunca una mentira.
Como todo buen relato, debe incluir una obertura imponente, sonora: la rueda de prensa donde los Notables den a conocer, urbi et orbi, la Gran Verdad por fin revelada: el enemigo político tiene un pasado inconfesable, ha causado un daño irreparable al erario, ha quebrantado tu confianza, abusado de tu credibilidad. Frases contundentes: “Llegaremos hasta las últimas consecuencias”, “estos hechos no quedarán impunes”. ¿Y no lo sabían desde antes? Tal vez, pero ¡qué mejor que destapar esta cloaca en plena elección!
Este procedimiento no distingue a los buenos de los malos: de hecho, pone a todos al mismo nivel. Porque las acusaciones serán sólo mediáticas, porque nunca se irá al fondo de nada, porque no importan las consecuencias legales, porque el litigio es en la opinión pública y los únicos efectos serán mediáticos. Porque en una de esas nos descubren algo que de veras sea grave y entonces todo el juego se va al diablo. No se trata de aventarnos balas. Sólo grandes bolas de lodo.


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