A lo largo de 23 años el Instituto Federal
Electoral pasó de ser un símbolo del deseo de democratización real, que se
reflejaría en el proceso de ciudadanización que lo llevó a consolidarse como
organismo autónomo, parte fundamental de la alternancia del año 2000, hasta un
organismo manchado tras los errores en la elección del presidente Calderón,
donde se portó como una parte interesada y no como un referee imparcial.
Hoy, muriendo de inanición, descabezado,
viviendo una existencia insuflada, es un fiel reflejo de los tiempos que corren
y del escaso valor que tiene la aspiración democrática cuando hay de por medio
otros intereses. Aún una reforma trascendental, como debió ser la electoral, se
transformó sólo en moneda de cambio para negociar a la madre de todas las
reformas, la energética. Y si el PRD negoció su permanencia en el Pacto por
México –otra alma en pena de estos tiempos de cambio- por su aceptación a la
reforma hacendaria, ahora abandona el ámbito electoral ante la sospecha,
bastante justificada, de que el PRI y el PAN habrían pactado las modificaciones
constitucionales en materia petrolera.
¿Y el IFE? Cumplida su misión histórica y sufrir
un descrédito que parecen haber ganado, es momento de que duerma el sueño de
los justos o de los injustos y dé paso al novedoso Instituto Nacional Electoral. Pero hay aquí un grave problema.
La nueva reforma que concentra facultades en un órgano centralista y que
permite la reelección de autoridades electas nunca fue realmente discutida,
simplemente se negoció. Si en un principio hubo una oposición fetichista contra
cualquier posible reelección, más tarde se aceptó casi con premura, cuando se
cayó en la cuenta de que había cosas más importantes.
Las palabras de la primera y única presidenta
que tuvo y tendrá el IFE, María Marván resuenan como una voz de ultratumba: “se
hizo de esta reforma una ficha de cambio que se juega en la pista de una
confusa Reforma Energética. No juzgo la pertinencia de ésta, pero afirmo
categóricamente que en su naturaleza nada tiene que ver con la democracia y sus
instrumentos.”
Qué mejor epitafio. Como cadáver que es, el IFE no dará problemas. Pero todo apunta a que un organismo elaborado al vapor como el INE puede ser un peligroso paso atrás en una democracia que nunca ha logrado consolidarse.
Qué mejor epitafio. Como cadáver que es, el IFE no dará problemas. Pero todo apunta a que un organismo elaborado al vapor como el INE puede ser un peligroso paso atrás en una democracia que nunca ha logrado consolidarse.
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