Descansa en paz, querido IFE (1990-2013)


A lo largo de 23 años el Instituto Federal Electoral pasó de ser un símbolo del deseo de democratización real, que se reflejaría en el proceso de ciudadanización que lo llevó a consolidarse como organismo autónomo, parte fundamental de la alternancia del año 2000, hasta un organismo manchado tras los errores en la elección del presidente Calderón, donde se portó como una parte interesada y no como un referee imparcial.

Hoy, muriendo de inanición, descabezado, viviendo una existencia insuflada, es un fiel reflejo de los tiempos que corren y del escaso valor que tiene la aspiración democrática cuando hay de por medio otros intereses. Aún una reforma trascendental, como debió ser la electoral, se transformó sólo en moneda de cambio para negociar a la madre de todas las reformas, la energética. Y si el PRD negoció su permanencia en el Pacto por México –otra alma en pena de estos tiempos de cambio- por su aceptación a la reforma hacendaria, ahora abandona el ámbito electoral ante la sospecha, bastante justificada, de que el PRI y el PAN habrían pactado las modificaciones constitucionales en materia petrolera.

¿Y el IFE? Cumplida su misión histórica y sufrir un descrédito que parecen haber ganado, es momento de que duerma el sueño de los justos o de los injustos y dé paso al novedoso Instituto Nacional  Electoral. Pero hay aquí un grave problema. La nueva reforma que concentra facultades en un órgano centralista y que permite la reelección de autoridades electas nunca fue realmente discutida, simplemente se negoció. Si en un principio hubo una oposición fetichista contra cualquier posible reelección, más tarde se aceptó casi con premura, cuando se cayó en la cuenta de que había cosas más importantes.

Las palabras de la primera y única presidenta que tuvo y tendrá el IFE, María Marván resuenan como una voz de ultratumba: “se hizo de esta reforma una ficha de cambio que se juega en la pista de una confusa Reforma Energética. No juzgo la pertinencia de ésta, pero afirmo categóricamente que en su naturaleza nada tiene que ver con la democracia y sus instrumentos.”
Qué mejor epitafio. Como cadáver que es, el IFE no dará problemas. Pero todo apunta a que un organismo elaborado al vapor como el INE puede ser un peligroso paso atrás en una democracia que nunca ha logrado consolidarse.

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