Surgen
en todas partes: en las tiendas de autoservicio, en las calles, en el
transporte público. No son delincuentes y sólo en algunos casos, infractores:
se estacionan en un cajón para discapacitados, en una rampa para sillas de
ruedas, en la entrada de una cochera. A veces conducen en estado de ebriedad u
ocupan un asiento para pasajeros con discapacidad en el metro. Siempre
aparentan pertenecer (o presumen ser) de clases medias o altas; se jactan de
influencias, poder o conocimientos que nunca demuestran. Invariablemente
enseñan el cobre y muestran sus peores atributos: ignorancia, agresividad,
intolerancia, prejuicio, indolencia, prepotencia. También invariablemente se hacen
virales y gozan de sus 15 segundos de fama. (Los 15 minutos de que hablaba
Warhol son hoy una eternidad).
Se
conocen por sus motes. Algunos son descriptivos y elocuentes: lady Basura, lady
Empanadas, lady Piojosa, lady Charcos; lord Godínez, lord Metrobús, lord Audi.
Otros sólo nos informan del lugar donde ocurrieron sus hazañas: las ladies de
Toluca, lady Querétaro, lady Tuleña, lady Soriana, lady Tabasco, lord Sanborns,
lord Bodega Aurrerá. A veces son un atisbo de las actitudes antisociales que
les valieron la (mala) fama: lady Mula, lady Puto Metro, lady de la combi
Infiel, lady Cucaracha. Inclusive los famosos pueden aspirar a uno de estos
títulos nobiliarios: lord Tuca.
¿Qué
es lo que ha provocado esta estampida de antisociales que infestan You Tube? La
respuesta lógica también es la más simple: el avance tecnológico que
representan los smartphones y la apertura absoluta de las plataformas sociales.
¿Inventaron la descortesía, la vulgaridad, el ridículo y desatino que se
esconde tras varias copas de licor? Por supuesto que no. Pero el video es una
lupa que revela lo absurda y retorcida que puede ser una actitud cotidiana.
¿Cuántas veces al día un automovilista invade un cajón de estacionamiento para
minusválidos? Tantas que lo vemos como algo “normal”. Pero vista con
detenimiento, amplificada por Instagram y difundida por Facebook, aparece como
un pecado capital.
Además,
¿sabemos reaccionar cuando nos sentimos observados? Pedir disculpas y
retirarnos sería fácil y económico. Pero al sentirnos evidenciados brota lo peor
de cada uno: “no sabes con quien te pones, güey”, “mi marido ya viene para
ponerles en la madre”, “tengo conocidos en la Procu y te voy a meter una
demanda que no te la acabas”, “deja de grabar, hijo de la fregada o te rompo tu
jefa”. Todos somos importantes, todos somos influyentes, todos somos
intocables. Y me vale que estés grabando, aquí yo soy la ley.
El
desatino es norma y genera situaciones de comicidad convulsiva. Lady Cucaracha:
“arbitrariamente me salió una cucaracha en mi comida (…) vengo acá con mi hijo
de 6 años y mi esposo, de nacionalidad extranjera (recontra sic). (…) Ya hablé
a TV Azteca (?) Pido cien dólares de indemnización y la devolución de la
comida”.
Antes
de que cámaras y micrófonos de la televisora del Ajusco se trasladen a la taquería
para entrevistar a la cucaracha, cabe parafrasear a Homero: “canta, oh musa, la
epopeya dela prepotencia”.
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