Y
de repente se abrió la tierra: para dos infortunadas personas que iban a su
trabajo y que perecieron bajo un alud de tierra en medio del paso Exprés a
Cuernavaca. Pero también para el presidente Enrique Peña Nieto, quien presumió
la obra que a tres meses es uno de los grandes fracasos de su administración. Y
para Gerardo Ruiz Esparza ex Secretario de Comunicaciones del Gobierno del
Estado de México durante la gubernatura de Peña Nieto y actual secretario de
Comunicaciones y Transportes, quien resulta ser el funcionario de mayor rango
ligado a la catástrofe.
Y
con el socavón aparecieron no sólo los restos retorcidos del vehículo: también
salieron a la luz los numerosos errores y los actos de corrupción que hicieron
que la vía que tan orgulloso presumía EPN hubiese aumentado su costo de mil 45
millones de pesos presupuestados a 2 mil 213 millones que fue su costo final.
Si dividimos dicha cantidad entre los 14.5 kilómetros de la obra resulta que
costó 152 mil 620 pesos ¡por metro lineal! Se entiende que casi en cualquier
obra de gran envergadura surge obra inducida que encarece su costo final, pero
¿120 por ciento? ¿Y para estos resultados?
La
mala suerte persigue al presidente. Y a los constructores. Resulta que la
compañía EPCOR, una de las integrantes del consorcio que construyó la fallida
vía, está dirigida por la familia Gutiérrez Saiz, quienes también son parte de
GUTSA, compañía inhabilitada por el gobierno federal por su incumplimiento en
la entrega a tiempo de la Estela de Luz, que puede presumir de ser la escultura
más horrenda del Paseo de la Reforma. También en esta obra los costos se
elevaron estratosféricamente, pasando de 30 millones de dólares (¡dólares!) a
solamente 90, es decir, ¡triplicó su costo! ¿Y para esos resultados?
Y
para quien crea que las dos personas atrapadas por el hundimiento del pasado han
sido las únicas víctimas del Paso Exprés, será bueno recordar que en julio de
2016 diputados federales panistas alertaron que ante la falta de señalamientos
adecuados en la vialidad se había presentado un importante número de accidentes
que habían lesionado a 131 personas, de las cuales al menos 11 habían perecido.
No
serán las únicas víctimas del socavón: funcionarios menores y mayores verán sus
carreras irse por el drenaje. Las “investigaciones exhaustivas” que llegarán
como siempre “hasta las últimas consecuencias” dejarán sin empleo a los
clásicos chivos expiatorios del “caiga quien caiga”. Tal vez al propio Ruiz
Esparza. Pero los constructores, principales responsables de las tragedias y autores
materiales del saqueo que representó la obra conocen el camino para evadir a la
ley: formar otra compañía con otro nombre.
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