Si bien la ciudadanía ha mantenido una sana
distancia y hasta una desconfianza justificada hacia la Procuraduría General de
Justicia, a partir de hoy dicho nexo pasará al plano de lo místico. Así se
avizora tras la declaración del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong, quien pidió que le tengamos fe a la dependencia. Lo anterior en relación
al caso del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, quien al parecer
empieza a gozar de los beneficios de una justicia un tanto laxa y amoldable, que
ya suspendió momentáneamente dos órdenes de
aprehensión contra el exmanadatario por
cinco delitos que no son graves.
Tengamos fe. Es lo único que
nos queda ante el aumento en los índices de la delincuencia, ante la
omnipresencia del crimen que lo mismo bloquea calles con camiones incendiados, succiona
ductos de Pemex, vende la gasolina robada, enfrenta a la policía, asalta el
transporte público o extorsiona comerciantes. La fe mueve montañas y, Dios
quiera, haga que los delincuentes sean capturados milagrosamente o mejor aún,
solitos se entreguen a las autoridades, confiesen sus crímenes y cierren su
celda por dentro. Así de poderosa puede ser.
Ahora los ciudadanos en demanda de justicia
pasarán al estatus de practicantes de una nueva iglesia, secta o cofradía, los
procuraduristas o algo así. Y para darle el aire de misterio que debe tener
cualquier culto, el 19 de julio pasado arrancó el Sistema Nacional
Anticorrupción, como una deidad ignota y sin rostro: sin fiscal y sin
magistrados. Y es que al Senado no le dio la gana realizar su trabajo y
designar al flamante fiscal anticorrupción. Habiendo cosas tan urgentes, ¿para
qué preocuparnos por nimiedades? Las obras de la administración federal se
seguirán cayendo o serán meramente decorativas, pero ¿no pasa lo mismo con las
obras de los diferentes estados o los municipios? ¿Qué puede ser más importante
que recibir el diezmo o el veintezmo o el treintezmo por las adjudicaciones de
obra pública? ¿Dónde quedarán esas prácticas tradicionales, la mordida, la
mochada, el embute o el entre? Si a lo anterior añadimos que el nuevo sistema
anticorrupción plantea la figura de la intervención ciudadana, ya se comprenden
todas las inercias y resistencias que tendrá que vencer. Tengamos fe.
Así que por una parte no podemos frenar al
crimen descontrolado y por otra no nos da la gana frenar al crimen
institucional. Y entre la ineptitud de unos para combatir a los delincuentes,
la actitud omisa de otros, la complicidad franca de los impartidores de
justicia y las pocas ganas de los legisladores, surge como voz en el desierto,
la única solución posible a este dilema, la frase de Miguel Ángel Osorio Chong:
tengamos fe en la PGR. Y después, que Dios nos agarre confesados.
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